A lo largo de la historia, el caballo fue domesticado para su uso por parte del ser humano, primero para el trabajo y después para la recreación y el deporte.
Sin darnos cuenta de como modificaba esta situación sus rutinas en la alimentación, pasó de estar pastando todo el tiempo a disponer solamente de dos o tres tomas de pienso al día y una de forraje (en términos generales) debido a la estabulación. Esto mismo provocó en muchos casos que se invirtiera la cantidad de forraje y grano que ingería de una forma peligrosa para sus necesidades nutricionales que en la mayoría de los casos desembocan en patologías en nuestros animales.
Las dosis diarias necesarias para una correcta nutrición de nuestro caballo, un 2 % de su peso corporal en la ingesta total, pasarían por aumentar la cantidad de fibra (aporte de carbohidratos estructurales) y reducir el grano de cereal (avena, cebada, maíz) necesario, pero en su justa medida (carbohidratos no estructurales).
El pienso que se les proporcione, es necesario que contenga un aporte de vitaminas y minerales. Los piensos tipo muesli (mezclas de hierbas deshidratadas con granos de cereal y frutas con aportes vitamínicos) llenarán los vacíos nutricionales proporcionando siempre un mejor resultado que los compuestos con una alta carga de azucares y almidón.
Debemos de recordar que la paja no es un forraje de calidad, solo les mantiene entretenidos y que los forrajes deben de tener un porcentaje de fibra inferior al 40% para que el caballo pueda digerirlo bien y por supuesto que esté libre de polvo y moho.
Es muy importante asesorarse sobre como alimentar a cada animal según su nivel de actividad y valorar en cada caso las dosis necesarias de proteínas, fibra, etc. Y no caer en rutinas muy difundidas pero que no son las idóneas.